Bako: diversidad y proboscis

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No nos habíamos hartado todavía de ver bichos y parques naturales, y éste iba a ser el último que Philipp visitaría antes de volverse a Europa: el Parque Nacional de Bako, aún estando en Sarawak, el Borneo malayo (para situar al lector, una vez más).

La información estándar que os puedo dar es que es el parque más antiguo establecido de Sarawak, situado en la punta de la península de Muara Tebas; 2742 hectáreas llenas de biodiversidad ya que, aun siendo uno de los parques más pequeños del estado, cuenta con casi todos los tipos de vegetación de Borneo: 25 tipos, allí mismito. Pero no sólo hablamos de flora: la fauna es famosa en este lugar, porque allí viven aproximadamente 150 proboscis (monos con nariz larga que casi parece un pene), que son las estrellas absolutas del parque. También hay langures plateados, macacos, jabalíes, ciervos ratones, cocodrilos o serpientes, entre otros.

Para llegar al parque hay que hacerlo en barca desde las oficinas de entrada. Ya el viaje es muy bonito, con pedruscos, acantilados y mangroves enmarcando las vistas. Cuando desembarcamos, nos dirigimos en un paseíto hacia las oficinas centrales del parque, donde se distribuyen los alojamientos. Hay que hacer hincapié en que es muy importante reservar con antelación, porque las posibilidades son muy limitadas, sobre todo si se quiere una habitación doble. No os esperéis nada lujoso, ni siquiera pasable… las habitaciones son un poco una cochambre mal mantenida, oscuras y no muy cómodas, sin contar con que hay que cerrar todo muy bien para que los monos no entren a robar comida… ni las ratas, que las hay, y fuimos testigos de ello, en el baño compartido (por suerte, no en la habitación). Pero, como uno no viene a dormir a Bako, pasa todo esto por alto y se alegra de tener un lugar donde poder guarecerse por la noche.

9CDFC5D2-4B7D-4C54-9BCD-9E11AEFC764CYa que solo íbamos a pernoctar una noche allí, empezamos inmediatamente con una de las 16 rutas que ofrece el parque, y fue la ruta circular de 3 horas, el Lintang trail, donde no vimos muchos animales (oímos algún mono) pero, eso sí, había muchas cuestas y acabé un poco harta porque, aunque vimos muchos cambios de paisaje, no me pareció tan espectacular como creía. Pero, al atardecer, en un paisaje de la playa cercana a las oficinas, nos encontramos con unos cuantos jabalíes caminando por ella. ¡Qué gozada verlos allí, tan tranquilos! Paseando por la playa con sus crías, al igual que nosotros, sin molestarnos ni temernos los unos a los otros.

Cuando volvimos a las oficinas a cenar, la comida fue mejor de lo que pensamos (las expectativas las teníamos MUY bajas), lo que nos hizo reponer fuerzas para seguir visitando el parque en el paseo nocturno al que nos habíamos apuntado.

0D2C3AA3-451B-41D0-81B7-EF84B16A9020¿Y qué vimos aquella noche? Para empezar, cientos de arañas diminutas por la hierba, ya que, si apuntas con la linterna desde el nivel de tus ojos al suelo, puedes ver miles de ojos brillando en la oscuridad. Una ardilla voladora apareció y desapareció ante nosotros, otros insectos nos saludaron y una tortuga tuvo la mala pata de que nuestro guía la viera y la cogiera para enseñárnosla, aunque la dejó donde estaba. Lo malo era que íbamos en fila india y el guía hablaba más para los de delante, así que a veces no nos podíamos enterar de la misa la media. Aun así, no vimos tantos bichos, pero como colofón final, casi en frente de nuestra cabaña había una serpiente verde que el guía sabía dónde estaba, y a la que dimos las buenas noches.

86686055-FBD5-462B-855D-A2B443881DA0Al día siguiente nuestro propósito era ver a los proboscis, y no tuvimos que ir muy lejos porque, aunque hay algunas rutas donde suelen encontrarse, también son muy proclives, al igual que los otros monos, a quedarse donde está todo el cotarro, o sea: en las oficinas centrales del parque. Así que, allí estaban, con su picha siempre empalmada (cual guindilla roja) y bastante molestos con los ruidos de unos constructores de por allí, así que estaban agitando ramas para mostrar su enfado por disturbar su paz y tranquilidad. Ver a estos animales es una experiencia, pues tienen una cara tan peculiar, tan humana de alguna manera, como si de un abuelete se tratase, y ese cuerpo que no es pequeño (más de 20 kg), y esa manera de moverse por las ramas a pesar de su tamaño… no se olvida, no. 

Yo tuve un encontronazo con un guía porque nosotros íbamos por libre, y simplemente escuché a uno decir algo y le pregunté dónde podíamos encontrar el animal del que hablaba, y me dijo que no iba a contestar a mi pregunta y que me pagase un guía, a lo cual le contesté que me gustaría tener uno pero que ya me había gastado suficiente dinero y que no quería más que hacerle una simple pregunta a la cual me podía responder señalando con el dedo, y que mejor no tener un guía tan antipático como él, y que buena suerte.

7BA75BB9-2242-4712-8CE2-978AD969CB63Cumplido el objetivo de los proboscis, nos dirigimos por otra ruta hacia dos playas: Pandan grande y Pandar pequeña. La vista del acantilado de la primera desde arriba era muy bonita, y ya aquel día me parecía mucho mejor que el anterior, en todo. Lo curioso es que allí, en la cima del acantilado, conocimos a una pareja que llevaba un drone y que también vivía en Düsseldorf. La playa pequeña es también muy bonita, otro acantilado, y tuvimos la suerte de ver allá abajo a una pareja que había apalabrado una barca taxi para devolverlos al origen, así que nos dejaron acoplarnos y compartirla, por lo que nos ahorramos volver a pasar por todas las cuestas. Y fue, además, ideal, porque pudimos ver una de las atracciones principales del parque: las “Sea stack”, o sea, unos pedruscos o pilares saliendo del agua, ¡muy chulos!

F1B2F5DF-8C8D-485C-90C1-440FB6A4AFD7Y así llegamos, y así volvimos a ver a los proboscis antes de tomar la barca de regreso (por cierto, ¿he mencionado que hay cocodrilos y que por eso prohíben nadar en la playa?), esta vez muy cerca de nosotros, por el suelo y por las ramas cercanas, y también nos despedimos de los macacos (uno se estaba comiendo un libro) y de los jabalíes grandes y chiquitos, que allí estaban, campando a sus anchas por la zona. Un placer, queridos amigos.

Fotos de Mandarinaparlante.

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